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La liberación Trans: una gran deuda de la lucha negra.

Por Mauri Balanta Jaramillo


La vida de Jessy Beltrán fue apagada por la brutalidad que acecha a las mujeres trans en esas geografías del olvido donde la gente negra ya libra una dura contienda por esquivar la muerte, tal y como ocurre en Buenaventura: principal puerto comercial de Colombia cuya población mayoritariamente afrodescendiente alcanza la pobreza multidimensional en un 70%. Ahora sumando un número a los 46 asesinatos a personas LGBTIQA+ que han ocurrido en Colombia en lo que va del 2025, el caso de Jessy es un lamentable pero muy vivido reflejo sobre cómo las mujeres Trans somos insertadas dentro de un relato de la violencia cargado de presunciones, justificaciones y, sobre todo, indolencia por la mayor parte de ese proyecto histórico que llamamos el Movimiento Negro. Entonces, volvemos a preguntarnos cuál es nuestro lugar cuando hablamos de justicia racial y liberación negra, si nuestras vidas y muertes atravesadas por el terror, difícilmente permean las agendas “progresistas”.



La desestimación de las vidas Trans Negras es un artilugio que prolonga la dominación masculina en nuestras organizaciones y movimientos. Muchos “líderes” se niegan a aceptar nuestras transitividades por considerarlas invenciones de la blanquitud, más amparan bajo el mismo discurso un sinnúmero de violencias patriarcales, de las cuales son enteramente conscientes, así como de que ser “coherentes” es poner en jaque la certidumbre de ejercer poder sobre lo único que pueden considerar inferior a ellos. La falta de respeto y empatía hacia las mujeres Trans Negras es proporcional al vértigo que les produce pensar una masculinidad distinta, cuando asumen lo femenino en oposición a sus propios ideales. Por eso prefieren evitar la cercanía con nosotras en lo público y reservan la gentileza a las relaciones donde se refuerza su retrato heteronormativo. Esta distancia les funciona como una protección inadvertida frente a un mundo donde consideran que ser negro y queer es una doble condena.



La constante subestimación que recibe nuestra experiencia, pensamiento y auto-determinación también nos desplaza de cualquier espacio de toma de decisiones. Mientras la cisgeneridad sigue moldeando el espíritu de nuestras comunidades, pocas veces pasamos de ser solo proveedoras de cuidado. Cuando nos brindan alguna oportunidad, también se espera total sumisión y sobreesfuerzo bajo la premisa de que podemos ser prescindibles a todo nivel. Son aún más escasos los momentos donde se priorizan nuestros sueños, necesidades o expectativas. Simplemente nos asumen como caricaturas, vaciaderos y sujetas sin futuro. Nuestra proclividad a la muerte es un mandato patriarcal. Pensar la futuridad de las mujeres Trans Negras es un enorme desafío político para nuestro horizonte de liberación negra, sobre todo por lo inimaginable que resulta para las personas heterocisnormadas.



La desaprobación de nuestra feminidad siempre se acompaña de evocaciones profundamente coloniales y, por lo tanto, ceñidas a la hegemonía del género binario. Esto hace todavía más vulnerables a las que mujeres Trans Negras de sectores empobrecidos que ni siquiera cuentan con un acceso básico a la salud y que, en muchos casos, terminan siendo víctimas de graves daños físicos por la experimentación de gente inescrupulosa sobre sus cuerpos. La normalización de estos retratos es un cuestionamiento directo a la radicalidad negra donde seguimos susceptibles a la negación y el borramiento, donde se reactualiza el pacto patriarcal que nos convierte en la burla del barrio, ausentes en la escuela y en la mesa de tantas casas donde es casi una liturgia repetir que es mejor tener un hijo matón que un hijo marica. En el sentido más elevado de la liberación negra, el sentido del logro también tendría que dejar de ser un atributo exclusivo de la gente heterosexual y cisgénero. Nuestras vidas Trans son receptoras de todo el peso del auto-desprecio y el trauma racial que hemos acumulado por generaciones. Los hombres nos castigan con el desamor para sublimar su culpa por desearnos cuando nadie los ve.




La liberación Trans debe ser la más expresión más contundente de nuestra liberación negra, lo que implica desmontar la lógica patriarcal que ha forjado el carácter de referentes históricos de nuestra lucha negra para quienes las vidas Trans no estuvieron presentes ni en sus evocaciones más elevadas de libertad. Si la liberación no se piensa con y para nosotras, la esperanza de un mundo mejor solo será una perpetuación de los sistemas que nos han deprivado por siglos.

 
 
 

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