Por Mauri Balanta Jaramillo y Argelis V. Wesley
La naturalización de las violencias basadas en género por toda América Latina, siguen elevando las cifras de feminicidios año tras año y hacen de esta región una de las más inseguras para las mujeres en el mundo. El más reciente crimen perpetrado contra Rosa Rodríguez Rose ha conmocionado a la sociedad panameña no solo por la trágica pérdida de una mujer jóven, sino por la brutalidad que envuelve su desaparición física.
Rosa Rodríguez Rose, asesinada a los 25 años, se convierte en otro ejemplo claro de una violencia multidimensional que se agudiza por la racialización, la precarización y la explotación que históricamente han cercado las vidas de las mujeres negras. Siendo ella una mujer afropanameña, discapacitada, sin hogar y madre de una niña de tres años, revela cómo sus diferentes capas de identidad la situaron en un contexto crítico de vulnerabilidad y discriminación.
El pasado 20 de julio, Rosa fue rociada con gasolina, lo que le generó quemaduras en el 80% de su cuerpo. El incidente ocurrió en un local comercial en el distrito de San Miguelito de la ciudad de Panamá. Según la señora Teresa Rose (madre de la occisa) Rosa estaba muy expuesta a este tipo de violencias, dado que vivía con una discapacidad cognitiva y en situación de calle. Después de siete días de agonía dolorosa e inhumana, falleció y dejó en relieve que la garantía de derechos para la mujeres continúa siendo una gran deuda de la institucionalidad en la sociedad panameña.
Este trágico evento subraya la urgencia de reconocer que las mujeres racializadas son las principales víctimas de la violencia y que, precisamente, la falta de enfoques diferenciales para leer y accionar frente a sus realidades históricas, hacen que las oportunidades de justicia y reparación sean todavía más escasas dentro de un sistema legal que también se ha administrado bajo prácticas discursivas racistas, patriarcales, machistas y clasistas. De hecho, en su gran mayoría, las mujeres negras víctimas de violencias expresan sentirse re-victimizadas cuando buscan apoyo en las entidades del Estado.
Los grandes silencios de las leyes, tratados y convenciones internacionales: ¿cómo le fallaron a Rosa?
El asesinato de Rosa pone en evidencia las fallas sistémicas y la falta de protección efectiva para mujeres negras. Si bien Panamá ha establecido normatividades y suscrito tratados internacionales para una mejor protección de los derechos de las mujeres, persisten los vacíos al momento de institucionalizarlos e implementarlos. Uno de los principales factores es el poco análisis crítico dentro de la función pública sobre las condiciones estructurales que limitan la ciudadanía de las mujeres afrodescendientes.
De acuerdo a datos regionales del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), 6 de cada 10 mujeres afrodescendientes han sufrido violencia a lo largo de su vida, con una mayor prevalencia en el ámbito educativo y laboral. Asimismo, el 23% de ellas ha sufrido acoso sexual y más de un 74% no ha denunciado actos de violencia en su contra por temor a que no le creyeran o a ser revictimizada.
Es importante reconocer cómo las luchas históricas de las mujeres han atravesado las lógicas binarias y heteronormativas en la administración del Estado, y abierto espacios para una mejor afirmación de sus libertades y agencias políticas. Sin embargo, más allá de la gramática legalista,las situaciones que enfrentan muchas mujeres como Rosa Rodríguez Rose nos muestran que aún hay un largo camino por recorrer hacia la equidad y la justicia de género. Está trágica muerte es un doloroso recordatorio sobre la distancia que existe entre las instituciones y la realidad en nuestras calles.
Este caso también pone de manifiesto la bajísima calidad en la atención en salud para las mujeres negras. Los estereotipos raciales están muy presentes en el personal de hospitales, clínicas y centros de salud, basados en la idea de que las mujeres negras pueden soportar cualquier dolor y no requieren cuidados especiales. Esto contribuye al deterioro progresivo de su salud mental, lo cual se suma a la violencia doméstica o de actores armados, la falta de oportunidades y otros factores muy lamentables en que viven las poblaciones afrodescendientes urbanas y rurales de las Américas.
¿En qué va el caso en Panamá?
El Ministerio Público está trabajando para identificar y llevar ante la justicia a los responsables del ataque a Rosa Rodríguez Rose.
Por otro lado, el Ministerio de la Mujer está colaborando con otras entidades gubernamentales para mejorar la condición de vida de los deudos de Rosa, especialmente su hija de tres años. Según el más reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicado en 2022, las tasas de feminicidios van en aumento en América Latina y el Caribe. Detrás de Honduras, el país con mayores feminicidios por cada 100.000 habitantes es Trinidad y Tobago con 5,0, seguido de Belice con 3,0, y la República Dominicana con 2,9. Les siguen El Salvador y Uruguay con 1,6. Panamá se sitúa con 1,1 como el décimo país en esta lista. Las tasas más bajas (es decir, menos de 1 víctima por cada 100.000 mujeres) se observaron en Puerto Rico y Perú (0,9), Colombia (0,8), Costa Rica (0,7), Nicaragua (0,5), Chile (0,4) y Cuba (0,3).
Por tal razón, este caso de Rosa Rodríguez Rose requiere de una fuerte veeduría ciudadana que garantice tanto reparación para la familia de la víctima, como el robustecimiento en la implementación de las leyes frente a estas violencias.
Afroresistimos por Rosa Rodríguez Rose
El asesinato de Rosa Rodríguez Rose nos recuerda la necesidad de aumentar la incidencia por los derechos humanos de todas las personas afrodescendientes, en especial de las mujeres y las niñas que comportan los mayores níveles de vulnerabilidad social y económica.
La interseccionalidad de Rosa —ser una mujer negra, madre, discapacitada, sin hogar — la convirtió en blanco de múltiples formas de discriminación y violencia. Cualquier intento de honrar su memoria debe significar un mayor compromiso político frente a la erradicación de todas las dinámicas sociales e institucionales donde se reproducen las injusticias hacia las mujeres y las niñas negras.
En nombre de Rosa, AfroResistance renueva nuestro compromiso de promover incansablemente los derechos humanos, la democracia, la solidaridad y la justicia para las mujeres, femmes y niñas negras en las Américas.
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