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Foto del escritorChevy Solis Acevedo

La violencia patriarcal: un sistema que nos atraviesa a todes

La violencia patriarcal, lejos de ser un fenómeno aislado o una simple relación entre hombres agresores y mujeres víctimas, es un entramado sistémico que  atraviesa nuestras relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Este sistema, tal como lo han señalado autor*s como bell hooks y Rita Segato, se fundamenta en dinámicas de poder y control que trascienden el género, afectando e involucrando también a personas de la diversidad sexual, y colocando a cualquier persona o grupo en posición de ejercer violencia cuando se encuentra en un lugar de privilegio.



bell hooks, en su libro El feminismo es para todo el mundo, enfatiza que el patriarcado es un sistema político-social que asigna roles de dominación y sumisión basados en el género, pero que también se entreteje con otros ejes de opresión como la raza y la clase. Este análisis invita a entender que la violencia patriarcal no opera de manera unidireccional. Es un mecanismo de poder que se basa en las jerarquías sociales y puede ser ejercido por cualquier persona, independientemente de su identidad. El poder se refiere a la capacidad de influir o controlar las acciones de otros, mientras que la autoridad es el reconocimiento social o formal que legitima ese poder. El privilegio, por otro lado, son las ventajas o beneficios que una persona tiene por su posición en esas jerarquías, muchas veces sin ser consciente de ello. Cuando alguien ocupa una posición con poder, autoridad o privilegio, puede usar estas herramientas para ejercer control sobre otras personas. 


Por su parte, Rita Segato sostiene que el patriarcado debe ser comprendido como un sistema que institucionaliza la violencia, no solo en el ámbito doméstico, sino también en lo social y político. En su libro Las estructuras elementales de la violencia, Segato explica que esta no es simplemente un acto individual, sino un mensaje dirigido a sostener el orden de género, raza y clase impuesto históricamente. De este modo, las prácticas violentas, que según Rita Segato son parte de un sistema que institucionaliza la violencia, no se limitan al ámbito privado. Por el contrario, se extienden al espacio público, reproduciendo relaciones de poder que refuerzan dinámicas supremacistas, clasistas y sexistas.


De estas violencias no están excluidos de los movimientos feministas, sobretodo de movimientos diversos donde la clase y la raza ocupan un lugar en los distintos colectivos, es decir aquellas organizaciones lideradas por personas que se mueven desde un lugar de privilegio que le brinda la blanquitud, no dudan de ejercer este tipo de violencia con otras organizaciones que consideran inferiores porque las integran en su mayoría mujeres racionalizadas provenientes de sectores empobrecidos. 


Uno de los aspectos más invisibilizados del patriarcado es cómo, en contextos específicos,

las mujeres y las personas de la diversidad sexual también pueden ejercer violencia cuando acceden a lugares de poder. Este fenómeno no contradice la estructura patriarcal; al contrario, la refuerza, pues opera dentro de las mismas lógicas jerárquicas y opresivas del sistema. Como señala bell hooks, el patriarcado no discrimina al momento de reclutar a quienes perpetúan sus valores. Es importante recordar que también existen guardianas del patriarcado, a quienes Rita Segato ha denominado herederas de los inquisidores. Esto significa que cualquier persona que internalice y reproduzca las normas patriarcales puede perpetuar su violencia. Por ello, es necesario cuestionar la narrativa predominante que hasta ahora ha simplificado la violencia contra las mujeres, presentándola únicamente como un fenómeno donde los hombres son agresores y las mujeres son víctimas.


Un ejemplo concreto de esta dinámica es el rol de la clase social en la perpetuación de violencias. El sistema de la blanquitud, como ideología que jerarquiza a las personas en función de su raza y clase, forma parte integral del sistema patriarcal. Desde esta posición, quienes ocupan lugares de privilegio, ya sea por su poder económico, educativo o racial, pueden ejercer violencia simbólica y material contra quienes perciben como inferiores. Esto evidencia cómo el patriarcado se entrelaza con otras formas de opresión para mantener el status quo, que nada cambie. 


Por ello resulta esencial cuestionar las narrativas que presentan a las mujeres exclusivamente como víctimas y a los hombres como únicos agresores. Este enfoque, como plantea Rita Segato, no solo simplifica un fenómeno complejo, sino que también perpetúa la idea de que el patriarcado es un problema de individuos, en lugar de un sistema. Para Rita la violencia es un lenguaje del poder, un medio para reforzar jerarquías que no distingue entre géneros, aunque históricamente las mujeres hayan sido las principales destinatarias de este mensaje.  


En esta misma línea, bell hooks argumenta que el feminismo debe trabajar por desmantelar las estructuras de dominación en todas sus formas, sin importar quién las ejerza. Esto significa reconocer que tanto hombres como mujeres pueden ser agentes de opresión, dependiendo de cómo se posicionan frente a las lógicas patriarcales.  


Superar esta violencia requiere un trabajo colectivo que trascienda la dicotomía de víctimas y victimarios. Es urgente que se planteen y se desarrollen procesos formativos a lo interno de las organizaciones  feministas que aborden desde la autocrítica la internalización de ese sistema de dominación que  se activa cuando estamos en una situación de poder y privilegio. Por ello no basta con  sólo denunciar las violencias visibles, sino también cuestionar las jerarquías invisibles que las sostienen y de las cuales también nos beneficiamos. 


Finalmente, reconocer que el patriarcado afecta y atraviesa a todas las personas no debe confundirse con relativizar sus impactos. Las mujeres, especialmente aquellas empobrecidas, negras, indígenas,  lesbianas y mujeres trans, siguen siendo las principales víctimas de las violencias estructurales. Sin embargo, entender que esta opresión puede replicarse desde múltiples lugares de poder nos ofrece una perspectiva más amplia y completa para luchar contra ella. El sistema de la blaquitud  y la violencia patriarcal no son sistemas aislados, sino estructuras que se refuerzan mutuamente, perpetuando desigualdades y exclusiones que hasta ahora se han mantenido porque se trabaja desde el poder  para que nada cambie.


Desde AfroResistencia hacemos un llamado a la acción: compañeres, desmantelar el patriarcado no significa únicamente ir a las comunidades con la pretensión de empoderar a las mujeres y a las personas empobrecidas desprovistas de poder. También implica desafiar las estructuras que perpetúan la violencia en todas sus formas. Este es un desafío que nos concierne a todes y que, como proponen bell hooks y Rita Segato, demanda un compromiso radical con la justicia, el respeto y la igualdad.


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