Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse hace casi tres años, Haití ha estado en una espiral descendente. La falta de elecciones desde 2017 ha dejado al país sin un gobierno legítimo, su aparato de seguridad está al límite, y su pueblo sufre una grave crisis de hambre y salud. El aumento de la violencia la semana pasada, que incluyó un ataque aterrador a las principales cárceles de la capital y un asedio al aeropuerto del país, indica un empeoramiento de la emergencia nacional—un llamado a la ayuda que el mundo no puede ignorar.
En Afroresistencia, nos sentimos muy tristes y preocupadas por la violencia que envuelve al hermano país de Haití. Estamos alarmados no solo por la crisis humanitaria inmediata, sino también por el empeoramiento de los abusos contra los derechos humanos en medio de este tumulto, particularmente contra mujeres y niñas. La historia ha mostrado la brutal realidad de los conflictos armados y el caos social, donde la violencia sexual emerge como un arma de guerra y subyugación horrorosa. También estamos preocupados por las implicaciones a largo plazo de las respuestas internacionales aprobadas.
El año pasado, El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución para autorizar la intervención en Haití enviando fuerzas multinacionales lideradas por Kenia y financiadas con contribuciones voluntarias, para las cuales los EE.UU. se comprometieron con $100 millones; para nosotras en Afroresistencia, tal resolución es profundamente preocupante. Aunque envuelta en la promesa de restaurar el orden, tales acciones se dirigen peligrosamente hacia la ocupación militar, amenazando la misma soberanía de Haití—una perspectiva que nosotras en Afroresistencia, y de hecho todos los que abogan por los derechos humanos y la dignidad, no podemos admitir.
El tejido de la sociedad haitiana, construido a través de siglos de resistencia y resiliencia, ahora está al borde de desmoronarse aún más. Sin embargo, la solución no reside en el cañón de un arma o las botas de soldados extranjeros en suelo haitiano. La historia de las intervenciones extranjeras en Haití y otros lugares ha dejado demasiado a menudo un legado de fragmentación y vulnerabilidad, no de paz y prosperidad.
Haití no necesita una solución rápida, sino un enfoque comprensivo y sostenible que aborde de raíz las causas de su difícil situación. Esto incluye abordar las disparidades socioeconómicas, revitalizar los sistemas de educación y salud, mejorar el desarrollo agrícola e infraestructural y crear oportunidades para un empleo significativo. Solo estrategias holísticas e inclusivas pueden sentar las bases para un Haití estable y próspero.
Nuestro llamado colectivo a la acción
El camino hacia la recuperación y estabilidad en Haití es desafiante pero no imposible. Se requiere un esfuerzo global concertado basado en los principios de derechos humanos, respeto por la soberanía nacional y un compromiso genuino con el bienestar del pueblo haitiano. Como defensores de los derechos humanos, nuestra responsabilidad se extiende más allá de la simple observación. Unámonos en solidaridad con Haití, abogando por un futuro donde la paz, justicia, prosperidad, equidad y alegría estén al alcance de toda la población.
Hacemos un llamado urgente a una respuesta internacional para proporcionar ayuda humanitaria inmediata a Haití, incluyendo alimentos, agua limpia, suministros médicos y profesionales de la salud. Tal ayuda debe ser entregada con el máximo respeto por la dignidad y soberanía del pueblo haitiano, y debe coordinarse estrechamente con organizaciones locales respetadas y líderes comunitarios para asegurar que llegue de manera eficiente y efectiva a los más necesitados.
La comunidad internacional debe priorizar soluciones lideradas por haitianos, apoyando a líderes y organizaciones locales para reconstruir la nación. El apoyo externo debe empoderar, no suplantar, las voces e iniciativas locales.
Instamos a un posicionamiento colectivo contra cualquier forma de intervención militar en Haití, abogando en su lugar por un aumento en la asistencia humanitaria que priorice el bienestar y la dignidad del pueblo haitiano. Este apoyo debe estar desprovisto de cualquier agenda política o militar, enfocándose únicamente en aliviar el sufrimiento inmediato y construir la base para una recuperación a largo plazo.
Debe otorgarse atención y protección especiales a las mujeres y niñas, quienes se ven desproporcionadamente afectadas por la crisis. Iniciativas para abordar la violencia de género y apoyar a las sobrevivientes, asegurar su participación en los procesos de recuperación y toma de decisiones de Haití son cruciales.
La comunidad internacional debe priorizar soluciones lideradas por haitianos, apoyando a los líderes locales y a las organizaciones basadas en la comunidad para reconstruir la nación. El apoyo externo debe empoderar, no suplantar, las voces e iniciativas locales.
Hacemos un llamado a la sociedad civil, gobiernos y organismos internacionales a unirse a un movimiento global de solidaridad por Haití. Esto implica no solo apoyo financiero sino un compromiso de estar con Haití en su búsqueda de justicia, estabilidad y dignidad.
In solidarity,
Afroresistencia
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